26 de noviembre de 2007

Así fue

La vendimia ya había acabado. Me he enterado más tarde porque siempre creí que mi nacimiento en ese pueblo había tenido que ver con el cénit de la recolección. Un error, porque el dieciséis de octubre normalmente ya no queda por hacer sino algunas tareas de bodega. El caso es que mi padre acababa de estar con un grupo de vendimiadores y llegado el parto, era una imprudencia volver a casa, que tan solo distaba dos leguas; además, ya estaba acondicionada la nueva residencia de verano en la calle del Óleo, a tiro de piedra de la monumental iglesia de Gil de Hontañón. Ese domingo estaba soleado y como siempre la misa era a las 11. Así que mi madre allí que se fue, y al salir se puso de parto. ¿De parto de quién? Pues de mi, ¿de quien iba a ser?.

Aquella casa de la calle “el Óleo”, estaba casi recién comprada. No era buena cosa pasar tanto tiempo durante el verano en casa de los abuelos, y además yo era ya el quinto hijo.

En breve volveríamos a la calle San Martín, en el número 17; en las escasas calles aledañas ocupaban el día en pequeños negocios de ultramarinos (y de aquí, como rezaba un cartel) y ya una vez puesto el sol algunas lugareñas facilitaban el desahogo de transeúntes con desazón pélvica tan sobrados de probables como carentes de posibles.

1 de noviembre de 2007

Tiempo perdido en la ganancia


Pasó una gran parte de su vida haciendo favores que nadie le pidiera aceptando todo aquello que era inaceptable.
Al punto de su declinar se deshizo en lamentaciones por el desagradecimiento de su entorno y en culpas por las omisiones pasadas. Era una confusión que lo inundaba todo y sembraba la desazón. Lo que hubo de haber sido no fue. Lo que fue resultó errado.
Sin embargo, nada era equívoco. Cada uno cumplió su misión y el objetivo de llegar al final con la razón y la infelicidad de la mano.

2 de septiembre de 2007

Armenia en el recuerdo

Acabo de volver de un país que no es más grande que Bélgica o la Comunidad Valenciana. Sus gentes viven fuera del mismo en una proporción de 3 a 1. Su identidad se basa en una religión de Estado que pocos practican, una tierra que periódicamente queda asolada por terremotos y desgajada por las pugnas de los imperios que le rodean, un monte mítico por el que suspiran pero que está fuera de su demarcación territorial y el recuerdo de un ignominioso genocidio que directamente sufrieron pocos de los habitantes actuales pero que está grabado a fuego en el sentimiento colectivo.
Cerca de un millón y medio de víctimas hace cien años dan sentido a un rencor identitario de difícil salida. Probablemente el reconocimiento y la reparación (aún esperando) no sean ya suficientes y se exija un derecho inexcusable de humillar a quien no les comprenda.
Mientras, la diáspora se queda con el rencor y sin patria. Triste destino frente al que espero que quede una opción más atractiva que el llanto.


..¡Por ti, Armenia!

28 de mayo de 2007

Evocaciones

Aparecía de modo inopinado, siempre imprevisto y siempre pertinente. Hablaba nasal, caminaba balanceándose de cadera a cadera, fumaba pitillos largos y finos y sabía decir cosas amables. Me quedaba embobado escuchando su conversación sin entender su contenido. Hablaba con mi tía y con mi padre y antes de partir nunca olvidaba darme un pequeño juguete con el que me entretenía largas horas.
Durante algún tiempo en mis años adolescentes fue mi modelo a imitar, los andares, el tono acaramelado y suave de su mirada no era fácil de reproducir, y cuando mi propia figura reflejaba en los escaparates advertía decepcionado que mis ademanes remedaban una extraña marcha de pato. Era el tío que venía de fuera, siempre volando rasante y raudo, dejando a su paso turbadoras turbulencias.