28 de mayo de 2007

Evocaciones

Aparecía de modo inopinado, siempre imprevisto y siempre pertinente. Hablaba nasal, caminaba balanceándose de cadera a cadera, fumaba pitillos largos y finos y sabía decir cosas amables. Me quedaba embobado escuchando su conversación sin entender su contenido. Hablaba con mi tía y con mi padre y antes de partir nunca olvidaba darme un pequeño juguete con el que me entretenía largas horas.
Durante algún tiempo en mis años adolescentes fue mi modelo a imitar, los andares, el tono acaramelado y suave de su mirada no era fácil de reproducir, y cuando mi propia figura reflejaba en los escaparates advertía decepcionado que mis ademanes remedaban una extraña marcha de pato. Era el tío que venía de fuera, siempre volando rasante y raudo, dejando a su paso turbadoras turbulencias.